El objetivo de este acto es hacer pública la convocatoria de la movilización que el Movimiento contra la Incineración va a realizar el próximo 29 de mayo.

Va a ser una movilización diferente, que va a consistir en una cadena humana en defensa de la salud y en contra de la incineración que unirá el Oncológico con la Diputación.

¿Por qué empezar en el Oncológico? Porque no queremos terminar en él.

¿Por qué terminar en la Diputación? Porque en las decisiones de la Diputación empieza el camino que podría hacer que terminasen requiriendo los servicios del Oncológico más personas de las que ya lo hacen en la actualidad.

¿Cuántos kilómetros hay entre el Oncológico y la Diputación? 5, aproximadamente. ¿Y cuántas personas será preciso reunir el 29 de mayo para cumplir el objetivo? A metro por persona, calculamos que alrededor de 5.000. Bastantes, muchas, por lo que hacemos un llamamiento a la ciudadanía a participar en en esta iniciativa que es seria, que a nadie le quepa la menor duda, pero que tampoco tenemos intención de desarrolar con tintes dramáticos, porque es una iniciativa en defensa de nuestra salud, y la salud es alegría. Por eso estamos preparando un acto en el que no falten la música, ni las emociones, ni las sorpresas.

Esta cadena humana del 29 de mayo no será sino una forma de expresar lo que sabe quien se ha interesado mínimamente en este tema, incluso quienes lo niegan en público, y es que existen estudios científicos solventes que permiten asociar la incineración de residuos con el aumento de casos y mortalidad por cáncer, además de otras enfermedades, entre la población que vive en un radio de hasta 10 kilómetros en torno a una incineradora.

La Diputación niega la mayor, niega que la incineradora sea perjudicial para la salud de las personas. Pero, por si acaso, insiste en que será una planta “moderna”, “a la última”, “con los controles más avanzados”. Pero, ¿desde cuándo se puede decir que una incineradora es moderna? Porque desde que se hizo la primera incineradora llevan utilizando el mismo argumento y, sin embargo, los hechos demuestran que tanto las de antes como las de ahora son muy contaminantes y peligrosas. Por ejemplo, el estudio de la Universidad Carlos III que establece relación entre el cáncer y la incineración no se hizo ni hace 20 ni hace 10 años, sino en 2014, y teniendo en cuenta también instalaciones modernas. La incineradora de Amberes no explotó hace mucho, mucho tiempo, sino en febrero pasado.

Si nos fijamos en la incineradora de Bizkaia, que apenas tiene diez años, deberíamos llegar a la conclusión de que no es moderna. ¿Cómo explicar, si no, que el año pasado emitiera a la atmósfera la friolera de 235.000 toneladas de CO2, además de otros gases de efecto invernadero y muchas más sustancias contaminantes? Advertimos que son datos facilitados por la propia empresa al Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes. Son, por tanto, datos oficiales y es legítimo sospechar que los reales sean aún mucho más abultados. ¿Una planta «moderna» de estas características puede ser inocua para la salud de las personas y el medio ambiente?

Sin duda preocupada por el hecho de que la mera palabra incineradora sea demasiado reveladora de la verdadera naturaleza de esta instalación, la Diputación ha venido refiriéndose a ella hasta ahora como planta de valorización energética. Pero, del mismo modo que algunas medicinas, a fuerza de ser consumidas, pierden efectividad y es preciso aumentar la dosis, el eufemismo planta de valorización energética parece que ya no es suficiente y ha sido sustituido por otro, nada menos que por Complejo Medioambiental de Gipuzkoa. Sin complejos. Cuando alguien se esfuerza tanto en no llamar a las cosas por su nombre, es lógico que la ciudadanía sospeche que le quieren dar gato por liebre.

La salud, ya lo hemos dicho, está en el centro de la cadena humana que nos disponemos a realizar el 29 de mayo. Sin embargo, la Diputación ha anunciado recientemente que pretende dejar todo lo relacionado con la incineradora en manos privadas y, por tanto, parece obligado que aprovechemos esta comparecencia para referirnos también a este tema.
¿Colaboración público-privada? Sí, colaboración para desviar ingentes cantidades de las arcas públicas y los bolsillos de los ciudadanos y las ciudadanas a empresas privadas. ¿Cómo no va a haber empresas interesadas? Y, cuanto más leonino sea el contrato, más habrá. La colaboración público-privada que pretende imponer la Diputación es uno de esos casos en el que es legítimo dudar si las autoridades subcontratan a las empresas para que presten un servicio o es al revés.

En definitiva, la incineradora supone un riesgo tanto para la salud de las personas como para el medio ambiente. Es, además, un sistema caro, que nos va a hipotecar para más de una generación, y que condiciona de raíz las posibilidades de seguir avanzado por las vías del reciclaje y la economía circular.

Es, por tanto, un proyecto tóxico, y sería un mal síntoma del estado de la salud cívica de los guipuzcoanos y guipuzcoanas que lo asumiésemos sin rechistar. El 29 de mayo tendremos una gran ocasión de hacernos oír.

Recordad:
“Quien tiene dos dedos de frente no quiere una incineradora al lado de su casa;
quien tiene también corazón no la quiere junto a la casa de nadie”.

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